Señor, formar parte de tu Iglesia, de tu pueblo, es perseguir en comunidad los ideales de la justicia y de la lealtad a ti. Es muy difícil vivir la justicia cuando se trata de un mundo donde el más fuerte prevalece y los parámetros de la justicia se han manipulado; por eso, la lealtad a ti, a tus principios expresados en la Biblia, ilumina el caminar en esta lucha por la verdadera justicia. En eso consiste la santidad, en nada más ni nada menos: llevar una vida justa observando la lealtad a ti.
Pero esa justicia no es plena si no es reflejada hacia los demás. He ahí los frutos que se observan en la persona que vive esa santidad: su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti. Sí, Señor, la confianza en ti es cerrar los ojos a todo las consecuencias de vivir el Evangelio y saber que será lo mejor para nosotros porque brota de nuestra respuesta de amor a ti; es estar seguros de vivir en tu gracia, expulsando de nuestra vida la falta de amor. De ahí, la ecuanimidad y la paz del verdadero cristiano: nada le importa más que estar apegado a ti, Dios de la verdadera vida.
¿Vivo realmente en justicia y lealtad? ¿Se notan en mi vida la ecuanimidad y la paz? ¿Realmente confío en el Señor? ¿Cómo lo expreso en mi vida?
¡Anímame Señor, a vivir el verdadero don de la fe!