Carta al Niño Jesús

Querido niño Jesús:

Esta noche es Nochebuena y todo el mundo celebra tu nacimiento. Hoy deseo con todo mi corazón estar preparado para que nazcas en mí, pero sé, que a pesar de haber caminado en el tiempo de adviento y haberme preparado, no ha sido suficiente. Siento que me falta aquella confianza que tuvo María en el momento del anunciación; me falta el gozo de Isabel al sentir en ella el don del espíritu cuando María estuvo en su casa; no tengo aquella fe de José, cuando en sueños recibió la noticia de la Encarnación; me falta la sencillez de los pastores que supieron escuchar el anuncio de tu nacimiento; carezco de la sabiduría de los magos que se pusieron en camino para adorar y alabar al rey Dios que ha nacido…

Sí, niño Jesús, aún no estoy preparado para recibirte mi corazón en esta navidad; pero no quiero dejarte fuera de mi corazón y deseo que, cuando toques esta noche pidiéndome posada, yo estoy listo para que tú nazcas en mí.

Éste año desde la última vez que te escribí mi carta, han sucedido muchas cosas. Nuestra nación ha sufrido el terrible desastre de Amuay; también han continuado los asesinatos cada fin de semana, dejando de luto a miles de familias venezolanas; hemos visto como la naturaleza a través de las lluvias se ha llevado casas en distintas poblaciones; y no podemos olvidar que incluso la salud del presidente se ha visto resentida, siendo una de las razones para que haya cierta inestabilidad política.

Pero también debemos reconocer que desde hace un año hemos logrado, como pueblo, grandes metas: pudimos participar en las olimpiadas, hemos visto jugar a la Vinotinto y ganar, hemos surgido como un pueblo que lucha en búsqueda del diálogo, también hemos encontrado caminos con propuestas que pueden ser válidas. Sin embargo, esta noche aún no es el momento de hacer el balance del año, eso será mejor dejarlo para fin de año. Esta noche es el momento de contemplarte en Belén, en el nacimiento armado en cada hogar venezolano, en ese pesebre donde las madres muchas veces se encuentran solas luchando por sus hijos, otras veces los padres tratan de dar lo mejor a los pequeños, pero en todos los casos, donde se vive el amor de la familia venezolana. Un amor verdadero para la mayoría de ellas, pero en otras no es más que la unión de voluntades egoístas que se buscan a sí mismas.

Encontrar a los niños en los pesebres venezolanos, a esos pequeños que claman por justicia, por alimento, muchas veces por una caricia y en algunos casos incluso por amor, nos ha llevado a contemplar soluciones válidas para responder a ese clamor que brota desde esas pequeñas casas que nos rodea. Creer que te encarnas en historia, creer que a través de tu espíritu, el Espíritu Santo, sigues viviendo en cada ser humano que nos rodea, debe llevarnos a creer que la verdadera fraternidad es posible. Por eso hoy, aunque no esté preparado, quiero que tu esperanza siga naciendo en mí. Te pido que tu amor me llene de tal forma, que pueda encontrar en cada niño envuelto en pañales tu rostro lleno de misericordia. Sostener en mis brazos al pequeño que sufre me ha llevado a reconocer que el único amor que vale la pena es aquel que tiene un rostro concreto, mientras que todo amor que no pueda ser concreto no deja de ser más que una ideología; y tu amor, niño Jesús, nunca fue una ideología, siempre ha sido una realidad palpable, comprometedora, arriesgada, que lleva crear mundos de justicia y verdadera fraternidad.

Hoy quiero renovar mi compromiso ante el Pesebre, y me atrevo a pedir que toda nuestra comunidad cristiana renueve su compromiso de amor basado en la justicia y la misericordia. Así, podremos cantar junto a los ángeles: “gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.

Esa es mi ofrenda, querido Jesús, un corazón que quiere estar preparado para tu llegada.

Con todo mi amor,
Néstor.

La Buena Nueva: Domingo 11 de marzo de 2012

Ideas para la meditación del Evangelio del 3er domingo de Cuaresma ciclo B (11-03-2012):

Es difícil imaginarse a Jesús molesto, como se muestra en el Evangelio de hoy, para quien no comprende que la verdadera bondad es buscar al bien absoluto, es decir a Dios, y luchar contra todo aquello que desfigura ese bien y daña al ser humano.

Para comprender bien este texto, debemos explicar varias cosas:

  • No eran raros estos cambistas en las afueras del templo: ya que la moneda romana, que era la de curso legal en ese tiempo en Jerusalén, tenía el rostro del César y éste se proclamaba como Dios, entonces era una moneda impura que no podía entrar al templo. Así, se cambiaba en las afueras del templo, llamado atrio, para poder entrar con dinero purificado.
  • Los animales que se vendían eran las ofrendas hechas por los judíos para Dios: a mayor poder adquisitivo de la persona correspondía un animal más grande. Recordemos que José y María habían ofrecido unos tórtolos al momento de la presentación de Jesús en el Templo.
  • Este pequeño mercado que se suponía era para facilitar el culto, había comercializado el Templo y convertido a Dios en una excusa para que algunos se enriquecieran.

Toda esta situación de opresión económica desde una estafa religiosa bien montada, llena de ira a Jesucristo y expulsa a todos los mercaderes del templo.

Por otra parte, cuando le piden una señal, él contesta su única señal será la reconstrucción del templo en tres días. Se refiere al templo de su cuerpo. Claro, para los judíos que le preguntaron cómo sería eso, es incomprensible esta relación que hace Jesús entre el templo y sí mismo.

La única razón del Templo para existir era la creencia que allí se encontraba el Santo de los Santos, es decir, la presencia de Dios vivo. Para nosotros hoy en día es muy fácil comprender que ese Santo de los Santos es Jesucristo, el Dios encarnado, hecho hombre. Y mejor aún, Jesús se identifica con los más pequeños, los pobres y humildes… Por lo tanto, ya no será la verdadera religión rendir culto a Dios únicamente en el Templo, sino en cualquiera de nuestros hermanos más pequeños.

Por esto, el Evangelio de hoy nos hace un llamado de atención, invitando a girar nuestra mirada a lo esencial: no son los milagros, ni las actitudes alienantes y complacientes, sino la verdadera fe que nos hace ver al hombre verdadero, Jesucristo, e ir tras de él.

¿Qué le sobra a mi manera de vivir la fe para expresar verdaderamente el amor a Dios y a mis hermanos? ¿Cuáles son los tinglados que debo derrumbar de mi estructura religiosa personal para entrar en una vivencia fraterna del mensaje de Jesucristo?

La postura de la Iglesia, y en general, la cualquier seguidor de Dios, sobre el no aprobar la homosexualidad ha servido para que otras persoas ataquen a los que sirven a Dios, sobre todo a la Iglesia. ¿Cómo pueden defenderse de eso?

Mira, yo creo que la Iglesia no debe estar defendiéndose de todo lo que se habla sobre ella.
La postura sobre no aprobar la homosexualidad tiene raíces bíblicas y morales. Además, la homosexualidad seguramente no es mayor hoy en proporciones que cuando Sodoma y Gomorra, cuando los griegos o los romanos. En otras palabras, el relativismo moral al que nos ha llevado la postmodernidad no nos permite ver con claridad las verdades absolutas y una de esas verdades es que la sexualidad no tiene como única función el placer corporal, sino que también posee rasgos afectivos, psicológicos, sociales, religiosos y morales. Cuando ves todo el conjunto, entonces puedes ver con mayor claridad y objetividad el asunto.

Pregúntame…