Señor, te pido que envíes sobre mí el don de tu Espíritu Santo para poder hacer siempre tu voluntad. Un Espíritu que no se doblegue ante la injusticia, sino que sea capaz de encarnar a tu Hijo hasta el anonadamiento propio, ofreciendo mi vida, que es tuya, para que podamos vivir en plenitud pobres y ricos. Dame tu Espíritu para poder vivir con alegría el don de la entrega. Dame tu Espíritu para conocerte y poder tener el dolor profundo del pecado, mitigado por la confianza plena en tu misericordia. Dame el don de tu Espíritu para saber discernir entre lo bueno, lo mejor para mí y para la construcción de tu reino. Dame tu Espíritu para tantas cosas que necesita mi ser…
Hoy quiero revisar mi vida a la luz de este pasaje de Isaías, buscando renovar en mí el deseo de tu paz: ¿Cómo vivo la presencia de tu Espíritu en mí? ¿Me dejo herir por ti para corregirme? ¿Soy signo de tu paz entre mis hermanos?
¡Envíame, Señor, tu Espíritu de prudencia y sabiduría, de consejo y valentía, de ciencia y temor del Señor, de justicia y paz!