La Política como Vocación

Los distintos documentos de la Iglesia hablan de la vocación del laico como la santificación del mundo y sus estructuras. Tal vez dicho así, de sopetón, suene muy lejano a la propia realidad. Pero comencemos por explicar someramente cada uno de los términos de la primera frase para comprender que tiene mucha relación con el lector de esta página.

La definición más sencilla de laico afirma: laico es todo bautizado que no ha accedido a las órdenes sagradas. O dicho de manera coloquial: es todo bautizado que no es sacerdote. Por lo tanto, si usted que lee estas líneas es laico, entonces su misión fundamental consiste en santificar el mundo.

Pero, ¿cómo es eso? Partamos del recuerdo del relato de la creación encontrado en el libro del Génesis. Luego de cada día de obra creadora, termina el autor del primer libro de la Biblia, diciendo “y vio Dios que todo era bueno”. Es decir, el mundo ha sido creado en perfección natural. Pero al permitir la entrada del pecado en él, el mundo se ha corrompido y se ha alejado de su bondad.

Así, la tarea del cristiano que está sumergido en las cosas del mundo, pero sin ser del mundo, será lograr que todo esté orientado hacia la gloria de Dios y, como afirmó hace mucho tiempo San Ireneo, “la gloria de Dios es que el hombre viva”. De esta manera, toda la creación está al servicio del ser humano para que éste llegue a su plenitud creatural, es decir, para que cada día nos acerquemos más a la perfección inicial con la cual fuimos creados por Dios.

Por otra parte, la política es el arte de facilitar la convivencia del ser humano, organizándole de tal manera que cada miembro de una sociedad determinada ocupe su lugar para el desarrollo tanto social como individual. Derivando de la definición anterior, podemos decir que el político será la persona encargada de encontrar caminos de diálogo para el buen entendimiento de los miembros de una sociedad, habilidad por la cual sus conciudadanos han depositado la confianza del liderazgo para gerenciar y guiar dicha sociedad hacia el progreso, mediante la síntesis de las propuestas provenientes de las distintas visiones presentes en entes individuales y grupales quienes conforman la sociedad en cuestión.

Lamentablemente, ambos términos, política y político, se han desvirtuado y malinterpretado, cambiando sus significados por los de politiquería y politiquero, que lejos de denotar un servicio, implican términos como poder, mentira, ambigüedad y otros más que disfrazan al lobo con piel de cordero.

Allí es donde la tarea del cristiano debe hacerse sentir, luchando con todos los modos y medios que la caridad de Cristo inspira para instaurar la justicia y la fraternidad en las estructuras bañadas de rencores y odios. Mostrar la posibilidad real de comenzar a vivir aquí y ahora la realidad del Reino de Dios es tarea de quien entre al mundo de la política con ideales cristianos que le sustenten.

No está el laico solo para cumplir esa labor tan ardua y loable. Están los clérigos para acompañarles e iluminar siempre el camino con la Palabra de Dios, tal como lo hizo el profeta Natán con el rey David; pero los sentimientos de los nuevos davides deben ser similares a los de quien escuchó con tanta atención al profeta que le reveló sus pecados y el sufrimiento que esta actitud del rey trajo a su pueblo: la humildad y la búsqueda de misericordia. En ese sentido, es obligación de la Iglesia jerárquica ser voz de los sin voz, profetizando ante los gobernantes y haciéndoles escuchar la voz del pueblo que ya ha sido oída por Dios. No es ésta una posición politiquera de colores partidistas, mas sí una postura profética y política, donde los hombres de buena voluntad pueden encontrar valores de referencia en la dura lucha por vivir solidariamente.

Debemos revisar la historia para encontrar buenos ejemplos de políticos que colocaron los valores cristianos antes de aquellos personales de quienes abusaron de los pueblos. Tal es el caso de Santo Tomás Moro, hombre de un inquebrantable buen humor, padre amoroso y canciller de Enrique VIII en Inglaterra. Este hombre veía en la política la manera de servir a Dios y al mundo, buscando alcanzar un mundo ideal, tal como lo revela en su libro Utopía. También encontramos valiosos escritos, como el caso de La Ciudad de Dios, de San Agustín, donde el gran filósofo y teólogo explica la posibilidad de iniciar la construcción del Reino de Dios desde este mundo.

Pero es a partir del Concilio Vaticano II (1965) cuando la Iglesia propone con mayor fuerza la responsabilidad de santificación del mundo a los laicos. Así se han desarrollado los últimos años muchos escritos y planteamientos teológicos que han conformado lo que se llama la Doctrina Social de la Iglesia, conjunto de verdades que deben ser manejadas por el cristiano de hoy para responder de manera contundente a los retos actuales.

En conclusión, ya basta de apartarnos del mundo de la política con la excusa de que eso no es para cristianos. Al contrario, es en la participación ciudadana donde podemos hacer que los valores profesados penetren las diversas estructuras. Pero recordemos: no debemos lanzarnos solos, sino apoyados y teniendo siempre como objetivos a lograr la justicia, la paz y la fraternidad.

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Néstor

Néstor Alberto Briceño Lugo nace en Caracas el 19 de septiembre de 1966. Luego de terminar sus estudios de Ingeniería Mecánica en la Universidad Simón Bolivar, ingresa en la Sociedad del Divino Salvador, donde recibe la ordenación sacerdotal el 24 de junio de 1998. Desde su adolescencia ha participado en grupos y actividades juveniles, desarrollando diversas labores para estar al servicio de los jóvenes en distintos ámbitos. Actualmente desempeña el rol de Asesor de Pastoral Juvenil de la Diócesis de Ciudad Guayana y es miembro activo del Equipo del Movimiento Juvenil Gaviota. También ha trabajado durante muchos años en la pastoral vocacional de su Congregación. Su curiosidad y la búsqueda de nutrir su ministerio con diversos conocimientos le han llevado a profundizar sus estudios con las maestrías en Procesos de Aprendizaje, Teología Espiritual y eLearning. En estos momentos está terminando su tesis doctoral en Teología Espiritual, especializándose en espiritualidad infantil y salvatoriana. Presta sus servicios como director del Centro de Estudios Pastorales Divino Salvador (CEPDISAL), asesora el Instituto de Pastoral Juvenil de Venezuela (IPJV) y es docente de la Universidad Católica Andrés Bello en Ciudad Guayana.