¡Ay, Dios mío!

La semana pasada comentábamos sobre la importancia del emisor, el receptor y el mensaje en nuestra oración. En esta ocasión nos detendremos en una forma particular de mensaje a Dios, utilizado por todos nosotros y muchas veces hasta de forma inconsciente; se trata de las jaculatorias.

Muchas veces vamos caminando y surge un suspiro seguido por las siguientes palabras: ¡Dios mío!. Ésa es una jaculatoria, es decir, una frase muy breve que se repite en cualquier momento con gran fervor para recordarnos la realidad de aquel Trascendente en nuestra vida cotidiana. Pero, ¿son estas jaculatorias una oración? Podemos afirmar sin ningún temor que las jaculatorias o son oración o se convierten en blasfemia, pero nunca son neutras.

Me explico. Una jaculatoria es oración cuando realmente nos recuerda la presencia de Dios en nuestra vida; para ello debe ser dicha:

  1. Con un sentido creyente que puede ir desde la súplica hasta el reclamo;
  2. En un breve momento de alto en el camino, así sea de unos poquísimos segundos;
  3. Consciente o inconscientemente, pero siempre dirigida a Dios o invocando la intercesión de los santos.

Por esto podemos decir que la jaculatoria es la forma de oración más sencilla pero a la vez es intensa. Surge de la profundidad del ser humano y lo impregna de sentimiento religioso. Muestra las creencias religiosas que se han arraigado en la persona y cómo es su relación con Dios. Por eso, desde un  ¡Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío! hasta un reconocer el don dado por Dios a nuestra buena Madre teniéndola como ejemplo expresado en la sencilla frase ¡Ave María Purísima, sin pecado original concebido!, las jaculatorias nos mueven salir de la auto referencia para encontrar a Dios como el eje de nuestra vida.

No es novedad cristiana esto de las jaculatorias. Ya lo plantea el libro del Deuteronomio cuando enseña el Shema Israel (escucha Israel), la ley fundamental hebrea: “Escucha, Israel: Yavé, nuestro Dios, es el único Dios (…) Graba en tu corazón los mandamientos que yo te entrego hoy, repíteselos a tus hijos, habla de ellos tanto en casa como cuando viajes, cuando te acuestes y cuando te levantes, grábalos en tu mano como una señal y póntelos en la frente para recordarlos, escríbelos en los postes de tu puerta y a la entrada de tus ciudades” (Dt 6, 4.6-9). Repetir constantemente esta ley, recordaba al pueblo de Israel la presencia continua de Dios. Lo mismo es para nosotros los cristianos.

Pero ¡atención con tomar el nombre de Dios en vano! Para nuestra cultura venezolana, éste no es un gran riesgo debido al respeto que siempre ha existido hacia la divinidad de Dios, sin embargo, en la lengua española existen muchas expresiones que se toman como jaculatorias, pero al ser blasfemias no se usan para bendecir o entrar en un contacto con Dios, sino para ridiculizarlo, expulsarlo de la vida humana, tomando como un juego el nombre sagrado, así como decían aquellos fariseos a Jesús crucificado: “Ha puesto su confianza en Dios; si lo ama, que lo libere” (Mt 27,43ª). Cuando el mensaje no va dirigido al receptor apropiado, pierde su fuerza y su sentido, desvirtuándose por completo la esencia del mismo; así, si la jaculatoria no tiene a Dios como receptor, se transforma en otra cosa distinta a su intención original.

La fuente de las jaculatorias no es solamente la piedad popular, en la cual encontramos riquísimas expresiones de amor a Dios, sino también la Biblia y la liturgia. Cada domingo rezamos en la misa el estribillo del salmo responsorial, éste es una jaculatoria que nos remite rápidamente a un aspecto de Dios y a una oración realizada por toda la comunidad eclesial. Si tomáramos cada semana esa frase como nuestra breve y fuerte referencia a Dios en lo cotidiano, podríamos tener un gran repertorio interiorizado, grabado en nuestro corazón, para saber qué palabras usar en el momento apropiado. Desde el conocido “el Señor es mi pastor, nada me falta”, hasta el salmo recitado por Jesús en la cruz “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”, encontramos variedad de frases cortas que son capaces de expresar la profundidad del alma. O si preferimos, podemos tomar aquellas palabras que encontramos en el Nuevo Testamento, como las de Tomás “Señor mío y Dios mío”, o las de María “Hágase en mí según tu Palabra”. Lo importante es dejar que esas expresiones salgan de nuestro corazón y se conviertan en una breve e intensa oración momentánea, recordando que el Señor siempre está con nosotros.

La Buena Nueva: Domingo 9 de septiembre de 2012

Ideas para la meditación del Evangelio del vigésimo tercer Domingo del tiempo ordinario ciclo B (09-09-2012):

  • Jesús se acerca a un sordo y tartamudo. Quienes lo acompañan le piden a Jesús que le cure.
  • Cristo hace un gesto que pudiera parecernos hasta algo asqueroso hoy en día: toca con su saliva la lengua y los oídos. Este gesto significa que el mismo Jesús, que es la Palabra viva, nos libera de todo aquello que proviene del pecado.
  • Jesús libera, sana y salva del pecado.
  • Debemos entender que esta Palabra viva debe tocar todo nuestro ser para liberarnos de nosotros mismos, del egoísmo. Nuestra falta de amor se ilumina con la Palabra. Por eso debemos dejarnos tocar por esa Palabra de Jesús.
  • El que se deja tocar por la Palabra de Dios aprende a expresarse desde la sabiduría del Señor.
  • ¿Cómo dejarnos tocar por la Palabra? Con la oración, la Eucaristía y vivencia de los Sacramentos, con la lectura de la Biblia, con la escucha de los demás.
  • ¿Cuántas personas están esperando ser curados por la Palabra? ¿Te atreves a ser portador de la Palabra para abrir oídos y desatar lenguas?

Comunicación con Dios

Una regla básica de cualquier teoría de la comunicación son los componentes de ésta, es decir, está formada al menos por un transmisor, un mensaje y un receptor. Es muy fácil hacerse la idea de todo esto si pensamos en el ejemplo cotidiano de la radio: allí tenemos un transmisor que es el locutor, el cual nos da un mensaje compuesto en este caso por un conjunto de palabras (algunas veces con sentido, otras carentes de él) y muchos receptores que son los oyentes del programa radial. Sin querer banalizar nuestra relación con Dios, podemos afirmar que la forma como nos comunicamos con Él sigue las reglas básicas de la comunicación.

Pero a pesar de que Dios también se comunica con el hombre, nos centraremos en esta ocasión nada más en el primer intento del hombre de comunicarse con Dios, es decir, cuando surge el deseo y la curiosidad de chatear con el Señor. Y nos centramos en este esquema, porque cuando comenzamos a “hablar con Dios” nos dedicamos nada más a expresarnos frente a Él, como cuando encontramos a un amigo a quien no vemos desde hace mucho tiempo y nos preocupamos por contarle nuestras aventuras.

El transmisor

Al hablar de la comunicación unidireccional, es decir de nosotros a Dios, el transmisor se refiere a nosotros mismos. Claro que la idea de buscar a Dios no es original nuestra, pero como el quinceañero que se lanza a la conquista de la chica, nosotros también pensamos que hemos sido los primeros en ver nuestro objetivo (cuando en realidad somos quienes respondemos a señales sutiles que buscan la comunicación).

Así como buenos transmisores, debemos definir una estrategia para que el mensaje llegue de la mejor manera posible. En radio, el locutor debe cuidar las tonalidades de la voz; en televisión, el animador debe preocuparse por la imagen, gestos, voz…; en los medios escritos por la claridad del mensaje y las palabras usadas; en la oración…
En la oración el orante debe ¡dejar las preocupaciones de lado! Pero cuidar algunos aspectos ayudará (sería interesante pensar en las conversaciones que se tienen con los amigos y cómo se cuidan esos aspectos):

  • Aspectos externos: es el ambiente en el cual se desea el encuentro con Dios: el templo, la habitación, el bus…; ambiente musical, silencio, con el cantar de las aves…; horario para la facilidad del encuentro. Son todos aquellos aspectos que están fuera de mí y pueden facilitar o entorpecer mi tarea de transmisor.
  • Aspectos internos: tensiones interiores, vivencias previas, disposición física, intelectual y espiritual, los ánimos y movimientos del ser…
  • La posición física: caminando, cómodamente sentado (en silla, piso, banco…), de rodillas, en posición de petición o súplica…

El mensaje

Es muy importante estar claros de aquello deseado en el encuentro con Dios y, de acuerdo a ello, se establecerá la forma del mensaje. En la oración no solamente valen las palabras, sino que son útiles los gestos, el quedarse en el vacío, el contemplar… Así mi mensaje para Dios podrá ser de contemplación, alabanza, petición, contar la propia historia, rezar, repetir una letanía, orar… en fin, son muchos los contenidos y formas que puede tener mi mensaje para Dios. Pero eso sí, debo eliminar de mi cabeza un cliché típico: ¿Qué le puedo decir a Dios si él lo sabe todo?. Él puede saberlo todo pero quiere que yo me comunique con Él, quiere escucharlo con mis gestos, con mis palabras, con mi ser.

El receptor

Tenemos que estar claros en la persona a quién nos dirigimos. No es el pana o el amigo de bonches. Es el mismo Dios, que entregó a su Hijo por nosotros, que nos creó, nuestro Señor. Eso nos ubica con respecto a Él y también nos lleva a estudiar a la persona a quien nos dirigimos, a hacer nuestro estudio de mercadeo con la diferencia de que aquí nosotros mismos somos el transmisor, el producto y el mensaje.

La Buena Nueva: Domingo 2 de septiembre de 2012

Ideas para la meditación del Evangelio del vigésimo segundo Domingo del tiempo ordinario ciclo B (02-09-2012):

  •  El Evangelio de hoy nos presenta dos problemas: ¿son válidas las tradiciones? ¿de dónde viene el mal?
  • Aún hoy en día, estas cuestiones siguen vigentes, pues se absolutizan posiciones que defienden ritos y tradiciones sin saber de dónde vienen, solamente porque las cosas han sido siempre así. No estoy diciendo que los ritos y tradiciones no sean necesarios ni válidos; al contrario. Los ritos y tradiciones nos ayudan a tener una identidad común como pueblo y como iglesia, pero entender de dónde vienen y porqué surgieron nos ayudan a vivirlos en su propio contexto. En el caso de la pureza o impureza de las manos presentado en el Evangelio de hoy, es claro que la razón inicial era por salubridad. El problema está cuando la limpieza de las manos se absolutiza y se le da un carácter sagrado, transformando en pecado una simple violación a una norma sanitaria (todos nosotros hemos escuchado al sentarnos a la mesa la pregunta “¿te lavaste las manos?”). De la misma forma sucede con los detalles litúrgicos hoy en día: algunos se hacen sin entender su sentido.
  • Por lo tanto, la tradición no es mala, pero se debe comprender en su sentido más profundo.
  • Por otra parte, los diez mandamientos nos ayudan a relacionarnos mejor entre todos. Son una medida objetiva del amor al prójimo. Por eso, no podemos estar jugando con ellos.
  • Hoy Jesús también nos insiste en cuidar lo que hay dentro de nuestro corazón. Las condiciones externas a nosotros no son las que nos dictan el comportamiento que tengamos, somos nosotros mismos los que escogemos entre el bien y el mal. Ese es el sentido más profundo de la libertad humana. Así, la gente y la sociedad que nos rodea puede insinuarnos algunas tentaciones, pero la decisión de pecar o no es personal.
  • Esta semana te invito a que veas con cuidado tus opciones y te des cuenta de lo que realmente hay en tu corazón.

¡Dios, S.O.S!

Perdidos por la vida…

 En este tiempo del año, en Roma –ciudad que me albergó durante dos años- se comienza a ver a los turistas parados en las diversas esquinas, con sus característicos planos de la ciudad, buscando caminos para llegar al lugar deseado. Eso me ha recordado a tantas personas que, en diversas etapas de la vida, se detienen para pensar dónde van.

Como aquel turista, hay quienes van por la vida sin ningún plano que les dirija por la ciudad desconocida, otros llevan costosos planos detallados, algunos caminan con un pequeño dibujo que no tiene el nombre de gran cantidad de calles, muchos van acompañados de guías turísticos e incluso hay quien se equivocó de plano y ¡sacó de la maleta la guía de otra ciudad!.

Lo cierto es que todos, en determinado momento de la vida, nos detenemos ante las encrucijadas para ver por dónde continuamos. El primer momento en el cual se ve claramente esa necesidad de definir el camino es la adolescencia; allí preguntamos, decidimos una vía, regresamos por otra, conseguimos guías, soñamos con el futuro…

Sí, la vida es un pasaje por una ciudad desconocida llamada historia. Y cuando nos damos cuenta de ello, lo primero que hacemos es pararnos para definir a dónde queremos ir. Algunas veces encontramos calles cerradas y debemos ir por otro lado, pero si la meta final está clara, caminaremos sabiendo que cada vez estaremos más cerca de ella.

En otro momento nos detendremos para ver a nuestro alrededor y escoger a los compañeros de viaje; es cuando decidimos cuál será nuestro estilo de vida y con quien vivirlo: noviazgo y matrimonio o noviciado y profesión de votos o soltería. En ocasiones tardamos en encontrar a los compañeros adecuados, otras los conseguimos con gran facilidad. Algunos están claros en el lugar final donde desean andar y van juntos, pero a otros les falta esa claridad y en alguna otra encrucijada descubren que desean llegar a lugares distintos y se separan.

Y ahora, ¿quién podrá ayudarme?

Pero volvamos a nuestro turista parado en la esquina, dudoso de preguntar, con un plano difícil de entender y –para completar- sin conocimiento del idioma. Quien haya vivido esa experiencia, sabe que la primera vez es terrible y se siente la desesperación de encontrarse perdido. Aquél que ha experimentado lo mismo en la vida –es decir, detenerse solo, sin saber qué hacer con su vida- también conoce el sentimiento de desolación total, sin respuestas válidas para actuar o continuar con la propia existencia. Es en ese momento en el cual surge un grito casi desesperado del alma: ¡Dios mío! ¡Ayúdame!

Las oraciones propuestas por la Iglesia desde tiempos primitivos para todos los cristianos, es decir los “laudes” y “vísperas”, comienzan con un grito desde lo más profundo de la existencia: ¡Dios mío, ven a salvarme!, y la respuesta de la asamblea se convierte en una amplificación de ese grito: ¡Señor, date prisa en socorrerme!

Él, el Dios de la Vida, es nuestro auxilio. A él dirigimos un fuerte S.O.S. para que se apure y envíe refuerzos para poder continuar nuestro camino por la historia. Esa es la oración diaria del hombre postmoderno y de todos los tiempos; es la necesidad de respuestas claras que confirmen nuestro caminar. Él es el único que nos puede ayudar a descubrir cuál es la vía correcta para alcanzar la plenitud.

Pero, ¿cómo podemos entendernos con Dios si lo único que sabemos de su código Morse es transmitir tres puntos, tres rayas y tres puntos (S.O.S.)? ¿Cómo continuar la comunicación con este Dios que nos invita a estar con Él?

Facilitarte métodos y colaborar contigo en el ajustar la frecuencia de tu transmisión del S.O.S. a Dios es el objetivo de esta sección; así podremos dar respuestas válidas a las interrogantes que se manifiestan ante la incertidumbre de la encrucijada. Para ello compartiremos las dificultades presentadas en nuestra oración y diversas formas de hablar con Dios, acudiendo a la experiencia de tantos que han transitado estas calles de la vida espiritual antes que nosotros, o alguna otra inquietud que tengas sobre tu vida con Dios y desees compartirnos para  buscar juntos respuestas.

Sin más, te invito y animo a gritar juntos ¡Dios! ¡Ayúdanos!

La Buena Nueva: Domingo 26 de agosto de 2012

Ideas para la meditación del Evangelio del vigésimo primer Domingo del tiempo ordinario ciclo B (26-08-2012):

  •  Como comentábamos la semana pasada, para la comunidad que escribe el Evangelio de Juan es importantísimo reflexionar sobre el sentido de la Eucaristía. Por eso, hoy continúa la lectura del capítulo sexto, pero con un vuelco que encontramos en los primeros versículos leídos.
  • Al afirmar Jesús “mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”, muchos de sus discípulos se escandalizaron. Sí, querido hermano radioescucha, algunos se escandalizaron de lo que cada día hacemos en la Eucaristía. Y visto desde fuera e inocentemente pudiera parecer que no hay razón para escandalizarse así. Pero tratemos de presentar rápidamente algunos motivos de ese escándalo.
  • Un primer motivo ya lo asomamos en programas anteriores: Jesús se identifica con el Cordero inmolado para el perdón de los pecados. Lógicamente, esto podría sonar a una blasfemia, pues ¿quién es éste para perdonar los pecados si eso solamente lo puede hacer Dios? Entonces, la promesa de Jesús de ser él quien cargue con el pecado del mundo, escandaliza a sus seguidores, pues es equivalente a declararse Dios. Claro, para nosotros hoy en día es fácil comprender esto pues sabemos que Jesús es el Hijo de Dios.
  • Un segundo motivo de escándalo es la promesa que hace Jesús de vida eterna. El pueblo judío aún no tenía muy claro lo que pasaría luego de la muerte: para unos, ciertamente se esperaba la resurrección; para otros, todo quedaba allí, en la muerte, terminando definitivamente la existencia. Existía tanta discrepancia en este sentido que en alguna ocasión San Pablo aprovechó esas discusiones para desviar la mirada a las acusaciones hechas a él y lograr escapar. Lo cierto es que con la resurrección de Jesús, todas estas dudas terminan para nosotros, los cristianos. Sabemos que disfrutaremos de la vida eterna como un don regalado por Dios a la humanidad; sabemos que esa eternidad la podemos vivir en la plenitud del amor o en la soledad total, de acuerdo a las elecciones realizadas en esta dimensión llamada vida terrenal. Así, cuando Jesús dice que él es la vida eterna, entonces nos está diciendo que siguiendo su palabra y alimentándonos de él podremos disfrutar plenamente del amor de Dios que llega a su culmen en la eternidad.
  • Como tercer motivo de escándalo vemos que Jesús abre la puerta de la salvación. De esta manera, no se salvarán únicamente los israelitas, es decir el pueblo escogido, sino que se inicia un nuevo pueblo escogido, su Iglesia. La salvación no viene a través de un linaje, sino de la vida que el Espíritu Santo nos brinda y la manera como acogemos esa vida. El primer movimiento de llamada lo hace Dios padre y así deja de ser la salvación algo garantizado por pertenecer a un pueblo, siendo gracia de Dios ofrecida a todos pero solamente aceptada por algunos, es decir por quienes no se escandalizan de la Palabra de Dios que es Jesucristo.
  • El cuarto motivo de escándalo es más profundo y pienso que aún hoy en día puede ser escandaloso para algunos. Lo encontramos en la frase que hemos comentado la semana pasada, pero que hoy enfocamos desde otra perspectiva: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. En cada consagración nos insertamos en la ofrenda del cuerpo y sangre de Jesús que son entregadas por la salvación de todos. Pero esas palabras no las dice el sacerdote solamente en nombre de Cristo, sino en nombre propio, en nombre de la asamblea que celebra y de toda la Iglesia creyente. Cada cristiano ofrece su cuerpo y su sangre por la salvación del mundo. Esto puede ser lo más escandaloso, pues es el compromiso real del cristiano: ofrenda de amor a Dios y a la humanidad.
  • Por eso la pregunta que hace Jesús a los Doce también la dirige a cada uno de nosotros: ¿También ustedes quieren dejarme? Y es en ese momento cuando debemos optar, renovando o no nuestro compromiso cristiano de seguimiento, incluso en la cruz y el dolor.

Hagamos de la respuesta de Pedro nuestra oración del día de hoy: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.

La Buena Nueva: Domingo 19 de agosto de 2012

Ideas para la meditación del Evangelio del vigésimo Domingo del tiempo ordinario ciclo B (19-08-2012):

  •  Continuamos con la reflexión del discurso de pan de Vida presentado por el Evangelio de Juan.
  • Para comprender el texto de hoy, es importante saber para quién está escrito el evangelio de Juan: para comunidades que han ido conociendo el cristianismo pero que se encuentran inmersas en la cultura griega. Muchas de estas comunidades están conformadas por paganos convertidos al Evangelio, es decir, no conocían las tradiciones judías.
  • Y esto es muy importante tenerlo claro. Pues para el judío no era extraño el asumir que el pan pascual, llamado matzá, representara al cordero inmolado. Esto se debía a un recuerdo de la segunda esclavitud, es decir, cuando el pueblo judío fue esclavizado y deportado a Babilonia. Allí, para la celebración de la cena pascual, los judíos no podían comer cordero pues no lo poseían; por eso, el pan sin levadura pasa a representar el cordero, costumbre que llegó a los tiempos de Jesús.
  • Es decir, cuando Jesús habla de comer su carne y beber su sangre, claramente se está identificando con el pan y vino pascual, y, por lo tanto, con el cordero inmolado.
  • Claro, para el pueblo judío eso era comprensible, aunque la pregunta ¿cómo puede éste darnos a comer su carne? La haya colocado el evangelista en boca de los judíos. Pero para los pueblos paganos, especialmente el pueblo romano y griego, para quienes no era extraño haber pasado por etapas de sacrificios humanos, el escándalo fue grande, llegando a decir incluso que los cristianos eran caníbales, pues en sus fiestas mataban y se comían a un tal Jesús. ¡Pobre gente que no podía comprender el carácter simbólico, y mucho menos el Sacramental de la Eucaristía!
  • Y aquí deseo incluir en nuestra reflexión de hoy un aspecto importante: el pan eucarístico no representa a Jesucristo; es Jesucristo. La realidad sacramental no es un mero símbolo, es la presencia viva y activa de Dios en medio de su pueblo. Por eso, cada vez que comemos el pan eucarístico estamos comiendo a Jesucristo, permitiendo que él viva verdaderamente en nosotros. Este es tal vez el mayor de los milagros de nuestro Dios.

Por eso, te invito a que esta semana te animes a revisar tu vida y, mediante un buen examen de conciencia y una confesión sacramental, es decir con sacerdote incluido, para que así puedas alimentarte de este pan de vida eterna.

La Buena Nueva: Domingo 05 de agosto de 2012

Ideas para la meditación del Evangelio del décimo octavo Domingo del tiempo ordinario ciclo B (05-08-2012):

  •  El domingo pasado, con el texto de la multiplicación de los panes, iniciamos la reflexión de la llamada parte eucarística del Evangelio de san Juan.
  • Por eso, este domingo Jesús nos invita a trabajar por el alimento que dura para la vida eterna, es decir, el pan Eucarístico, el cuerpo y sangre del Señor. Ese es el alimento dado por el Hijo del hombre, por Jesucristo.
  • Y he allí un detalle muy importante sobre la realidad sacramental de la Eucaristía. El pan y el vino una vez consagrados se convierten en el cuerpo y sangre del Señor, por lo que no son meros símbolos, sino una realidad trascendente, es decir se transforman en algo que va más allá de su apariencia y de nuestros propios sentidos.
  • La fe en esa realidad oculta en la apariencia de pan y vino es la expresión máxima de la obra de Dios en nosotros. Ciertamente, la Eucaristía es capaz de alimentar nuestra vida de fe y darnos las fuerzas del mismo Dios en nosotros.
  • Jesús es el pan que baja al cielo y en cada Eucaristía se da a nuestra vida. Él es quien nos transforma, calmando nuestra hambre y sed de Dios, colocándonos en una relación justa entre la repartición del pan material y el pan espiritual. Ambos se complementan para dar vida en plenitud al ser humano.

Por eso, es importante prepararnos para recibir al Dios de la vida en el pan Eucarístico. Te invito a que este domingo recibas al Señor Jesucristo en tu corazón, ya sea con la comunión Eucarística si estás preparado para ella o en la comunión espiritual, contemplando el sacramento de la Eucaristía y entablando un diálogo con nuestro Dios que se hace pan para nosotros.

La Buena Nueva: Domingo 22 de julio de 2012

Ideas para la meditación del Evangelio del décimo sexto Domingo del tiempo ordinario ciclo B (22-07-2012):

  •  Ya está aquí el tiempo de vacaciones y en el Evangelio de hoy, Jesús nos enseña lo importante que es descansar después del arduo trabajo. Los apóstoles llegan cansados, pero emocionados, contándole a Jesús todo lo que habían hecho y enseñado. Jesús, por su parte, les invita a descansar.
  • A veces, en nuestra vida diaria, estamos tan abrumados por el trabajo que no tenemos tiempo para nosotros mismos. Nos afanamos en miles cosas, incluso a veces las hacemos como algo automático, sin mucho sentido. Y nos da pereza descansar verdaderamente.
  • ¿Cómo es eso? Pues muy fácil. Descansar verdaderamente significa tener tiempo para que todo nuestro ser se ponga en orden, dejando que se asienten las experiencias y vayan cobrando sentido dentro de nosotros. Así, este tiempo exige de nosotros dos cosas: primero, ser capaces de sentirnos a nosotros mismos, contemplarnos, pensarnos. Esta acción es importante para entendernos. Lo segundo es tiempo para estar con Dios, en oración, dejando que Él llene nuestros vacíos y le dé sentido a nuestra vida.
  • Estas cosas no las podemos hacer en el bullicio de la cotidianidad. Necesitamos apartarnos. Y hacerlo sin preocuparnos por la acción. Los pastoralistas a veces estamos muy preocupados por la obra y se nos olvida que el descanso también es parte de la Evangelización, pues es allí donde podemos tomar fuerzas para seguir adelante.
  • Por otra parte, en este Evangelio se nos muestra la compasión de Jesús. Él ve al pueblo que le esperaba y “se compadeció de ellos porque andaban como ovejas sin pastor”. Tú eres parte de ese pueblo. Tú también, en tus momentos de desánimo y de cansancio estás como oveja sin pastor. Y allí se encuentra Jesús para seguirte enseñando.
  • Por eso, en este tiempo de vacaciones, aprovecha y vete a un lugar apartado, rompe con tu rutina, no te llenes de actividades y tómate tiempo para ti y para Dios. Lee, disfruta una buena película, de la playa o de lo que te guste hacer y encuentra también esa Gracia del Señor que se encuentra en toda la creación.

La Buena Nueva: Domingo 15 de julio de 2012

Ideas para la meditación del Evangelio del décimo quinto Domingo del tiempo ordinario ciclo B (15-07-2012):

  •  Jesús envió a los doce y continúa enviando a cada uno de nosotros a ser misioneros en el mundo, en nuestros ambientes naturales;
  • Pero hay un detalle que debemos cuidar: Jesús nos envía de dos en dos. En ocasiones olvidamos esa dimensión comunitaria de la misión y queremos ser nosotros mismos nuestros “Jefes”… Claro, eso sucede porque el trabajo en comunidad es más difícil, pero realmente es mucho más fecundo. Siempre me he admirado de cómo las grandes corporaciones tienen esa verdad sobre el trabajo en grupo tan claro, y cómo, de manera paradójica, en la Iglesia no lo tenemos para nada claro: muchos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos empeñados en llevar adelante sus propios proyectos, en lugar de compartirlos en comunidad para acrisolarlos con la oración común y los comentarios de todos… Por eso, aunque el mismo Jesús nos da el poder sobre los espíritus inmundos, no podemos hacer nada, pues estamos aferrados a nuestras convicciones.
  • Y allí vemos cómo estos discípulos se van sin nada a predicar. No creo que quiera decir el Señor que debemos irnos con una sola camisa, unos pantalones y una sola muda para las misiones, mas sí que es necesario estar plenamente abiertos a la verdad que Dios nos presenta en el camino, sin aferrarnos a los medios, sino con la mirada puesta en el Reino de Dios.
  • Como misioneros que somos todos los cristianos, debemos ser conscientes de la Gracia que portamos: desear la paz con el gesto tan hermoso que tenemos en nuestra patria de bendecir, es mucho más que un deseo piadoso, es tener la convicción de que a través de nuestras palabras se hace vida la bendición de Dios para quienes se la damos.
  • Si por el contrario, nos sacudimos las sandalias porque no se ha recibido la buena noticia de Dios, de la cual somos portadores, estamos librándonos de la responsabilidad que tenemos de la salvación de nuestros hermanos pues la hemos ofrecido, pero ellos la han rechazado.
  • Hoy más que nunca necesitamos ser verdaderos misioneros enviados por Jesús expulsando los demonios de la división, el odio y la violencia; ungiendo con el aceite de la misericordia y de la verdad a quienes están enfermos de cuerpo y alma, para que realmente se sanen. ¿Cuántas enfermedades surgen por el estrés de tanta preocupación sin verdadero sentido? ¿Cuántos de nuestros hermanos necesitan una palabra de esperanza para sus vidas y nadie se la brinda? ¿Cuántas ocasiones dejamos pasar de ser verdaderos misioneros del Señor?

Te animo a que esta semana seas tú un verdadero portador de la Buena Noticia. Ponte de acuerdo con un familiar o un amigo, y al final del día compartan la experiencia de ser misioneros, así haremos vida hoy el envío de dos en dos hecho por Jesús.