En este día me invitas a dejarlo todo para subir a tu encuentro, Señor; pero hay tantas cosas que me atan y no me dejan subir hacia ti… Sin embargo, tú insistes y me llamas, pero no a subir solo, sino en grupo, confiando en tu palabra que me instruye y cuidando no apartarme de tus caminos. Hoy me animas y, a pesar de las dificultades, sigo hacia tu encuentro. Seguramente, también encontraré distracciones en esa subida, pero mis hermanos me halarán para seguir subiendo hacia ti.
¿Cuáles son las ataduras que no me permiten salir libremente al encuentro del Señor? ¿Permito que mis hermanos me animen y me impulsen o soy arisco a sus palabras?
¡Gracias Señor por fijarte en mí y llamarme a caminar hacia ti!