1er Lunes de Adviento: Is 2,1-5 “Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas”

En este día me invitas a dejarlo todo para subir a tu encuentro, Señor; pero hay tantas cosas que me atan y no me dejan subir hacia ti… Sin embargo, tú insistes y me llamas, pero no a subir solo, sino en grupo, confiando en tu palabra que me instruye y cuidando no apartarme de tus caminos. Hoy me animas y, a pesar de las dificultades, sigo hacia tu encuentro. Seguramente, también encontraré distracciones en esa subida, pero mis hermanos me halarán para seguir subiendo hacia ti.

¿Cuáles son las ataduras que no me permiten salir libremente al encuentro del Señor? ¿Permito que mis hermanos me animen y me impulsen o soy arisco a sus palabras?

¡Gracias Señor por fijarte en mí y llamarme a caminar hacia ti!

1er. DOMINGO DE ADVIENTO: Is 2,1-3 “De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas”

En este nuevo adviento me invitas a esperar tu venida, Señor, como lo hizo el pueblo de Israel. Ante un mundo realmente descompuesto, con dolor causado por la injusticia y por múltiples pecados, la única esperanza que se presenta es tu presencia santa, purificadora, reveladora de misericordia. Empezando por mí mismo, el mundo debe cambiar, transformar los rencores en gestos de amor, las palabras hirientes en rosas que surjan de nuestras bocas, la mentira encubridora en la verdad misericordiosa… Pero necesito tu fuerza y tu poderío para dejarme ganar por ti, por tu presencia en mi vida.

¿Cuáles son las espadas con las que ataco a quienes me rodean? ¿Qué armas debo deponer en mi vida para que sea el Señor quien viva en mí? ¿Qué tierra está esperando ser arada por mí para que pueda surgir la verdadera vida de Dios?

¡Señor, ven a mi vida, transfórmame para que sea yo también tu palabra de amor!

Esperando al Salvador: 24 de Diciembre

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Día 24 de diciembre: Lc 1,67-79

“Bendito sea el Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo…”

Esta noche es Noche Buena. En todo el mundo se espera el nacimiento del Salvador que nos visita en una pequeña cueva.  Hoy puede ser para mí un día más de rumba y fiesta o puedo realmente hacer que el Señor nazca en mi corazón; pero para que esto ocurra, necesito silencio e interioridad en mi ser, apartarme un poco del ruido para encontrarme de verdad en el portal de Belén… ¿Qué me pide hoy ese niño que sonríe en el pesebre?

Si realmente el Señor visita mi vida en estos días, mi ser no puede quedar igual… Esta noche es la noche de la paz, porque ese niño que nace nos hace hermanos, por eso para sentirlo nacer en mi vida debo perdonar… y ser perdonado… así, desde el fondo de mi corazón y con gran sinceridad podré
decir ¡Feliz Navidad!

¡Niño Jesús, hoy todos los niños esperan tus regalos, por eso yo te pido que me des la capacidad de perdonar y ser perdonado!

Esperando al Salvador: 23 de Diciembre

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Día 23 de diciembre: Lc 1,57-66

“Fue abierta su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios…”

A Zacarías, quien quedó mudo por no creer, se le desata la lengua al escuchar la palabra de Dios y cumplirla. Y al hablar no cesaba de contar las maravillas que Dios había hecho en su vida. Tal vez si yo cerrara la boca en tantas ocasiones podría ver tu obra donde solamente encuentro imposibles… Y en lugar de quejarme tanto, podría en realidad ver maravillas en mi vida, a mi alrededor… Tantas palabras que digo al día, y tan pocas son para bendecirte, Señor… muchas veces son para hablar tonterías, bobadas, y temo hablar de ti…

Hoy me propongo ver todo lo positivo de este día, y así descubrir tu acción aún en aquellos acontecimientos que me parecen negativos, por eso me preguntaré a cada momento: ¿qué estás haciendo conmigo? ¿cómo me acompañas? ¿mis palabras son para bien o para mal?…

¡Ayúdame, Señor, a darle valor a mis palabras para que como Zacarías proclame tu bondad!

Esperando al Salvador: 22 de Diciembre

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Día 22 de diciembre: Lc 1,46-56

“Proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador…”

Hacer tu voluntad en la propia vida, Señor, es conseguir la alegría profunda de sentir tu salvación. María siente en su ser que se están cumpliendo tus promesas, y así fue. Yo también siento en mí, a pesar de todas mis miserias, que tu Palabra se va gestando en mi ser y va produciendo nueva Vida… Sé que tú me transformas y lo siento concretamente en estos hechos de mi vida…

Con el canto del Magnificat, María me enseña el verdadero valor de la humildad… Reconoce que las generaciones la llamarán bienaventurada; ¿por qué me podrán felicitar a mí las generaciones?… Y se da cuenta de la misericordia que tiene Dios para con su pueblo; ¿soy consciente de la misericordia del Señor para conmigo?…

¡Hoy quiero reconocer tu presencia en mi vida, Señor, y decir con María: Proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador!

Esperando al Salvador: 21 de Diciembre

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Día 21 de Diciembre: Lc 1,39-45

“¿Y de dónde a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?”

María no esperó ser servida al escuchar el anuncio del Señor, sino que tomó sus cosas y fue a acompañar a aquélla que necesitaba de su ayuda: Isabel. La madre del mismo Cristo no se preocupó en ese momento por su estado de gravidez y se apresuró a servir. En cambio, en mi vida yo quisiera ser tan servicial como lo es María, pero no soy así… dejo pasar muchas oportunidades de colaborar con los demás colocando infinidad de pretextos: mi cansancio, eso no es mi responsabilidad, que lo ayude otro… Claro que no siempre es así; en algunas ocasiones ayudo en algo… Otras veces no tomo la actitud de Isabel ante quien me presta su ayuda, sino que espero este servicio como algo que me tienen que dar…

Quiero desarrollar en mí la atención a las necesidades de los demás, por eso hoy me propongo estar al servicio de todos de una forma incondicional, y ser agradecido con aquéllos que me presten algún servicio por más pequeño que sea.

¡María, Buena Madre, enséñame a ser servicial por amor al prójimo!

áñame a hacer de mi vida un constante “Sí” al Señor!

Esperando al Salvador: 20 de Diciembre

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Día 20 de Diciembre: Lc 1,26-38

“El Espíritu Santo vendrá sobre ti”

Prometes, Señor, tu Espíritu sobre aquellos que hacen tu voluntad. Así, derramaste tu mismo Espíritu sobre María virgen, y eso bastó para responder al misterio de la encarnación. Yo hoy quiero estar abierto al don de tu Espíritu para que estos días no pasen sin más, y así el misterio de mi vida lo acepte cumpliendo tu Palabra… ¿Qué me dice hoy esta Palabra? ¿Qué tengo que cambiar en mi vida para que realmente tu Espíritu habite en mí?

Hoy me dejaré sorprender por el anuncio de tu llegada a mi corazón, por eso me propongo mejorar…

¡Buena Madre, María, acompáñame a hacer de mi vida un constante “Sí” al Señor!

Esperando al Salvador: 4to Domingo de Adviento

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4to. DOMINGO DE ADVIENTO: Ciclo “A”: Mt 1,18-24; Ciclo “B”: Lc 1,26-38; Ciclo “C”: Lc 1,39-45

“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra”

El gran misterio de María es haber creído en lo más profundo de su corazón la palabra de Dios: ser madre sin haber conocido varón; y lo que más me enseña es la valentía para aceptar lo desconocido y enfrentar todas las dificultades que le traían esta forma de amar. ¿Hago en mi vida lo más fácil para mí o acepto el reto de amar, aunque duela? ¿Estoy disponible para aceptar la palabra de Dios en mi vida?

Pero corro el peligro de decir “ésa era María” y disminuir la validez de su ejemplo para mí… ¿Qué imagen tengo de María? ¿Es realmente el ejemplo de mujer en mi vida? ¿La tengo en un puesto privilegiado de mi religiosidad y la olvidao en la vida diaria?

Si pensara en las mujeres que me rodean como si fueran imágenes vivas de María, ¿cómo las trataría?

¡Que yo haga, Señor, tu Palabra y sea capaz de traer a mi vida al a verdadera María!

Esperando al Salvador: 18 de Diciembre

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Día 18 de Diciembre: Mt 1,18-24

“Despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado”

Muchas veces no comprendo tus caminos, Señor; en ocasiones me pides cosas que no sé si soy capaz de darte o no. Pero lo más difícil es aprender a distinguir entre mis caprichos y tu voluntad.

Hoy me muestras cómo José diferenció muy bien entre una cosa y la otra: su voluntad era dejar a María porque se sentía engañado, pero la Tuya era que él entendiera que su hijo era fruto del Espíritu, siendo él el escogido para proteger y educar a Dios que se hacía niño.

Puedo decir que para José todo fue muy fácil ya que tú enviaste al ángel y así se convenció de su misión, pero seguramente le costó entender ese sueño como revelación divina, tal y como tú te nos revelas en los pequeños detalles diarios y yo no te presto atención. ¿Cuál es la voluntad de Dios sobre mí? ¿Cómo me la ha manifestado?

¡Enséñame, Señor, a descubrir tu voluntad sobre mí, para hacer de mi vida una entrega de Amor como lo hizo San José!