1er Martes de Adviento: Is 11,1-10 “Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor”.

Señor, te pido que envíes sobre mí el don de tu Espíritu Santo para poder hacer siempre tu voluntad. Un Espíritu que no se doblegue ante la injusticia, sino que sea capaz de encarnar a tu Hijo hasta el anonadamiento propio, ofreciendo mi vida, que es tuya, para que podamos vivir en plenitud pobres y ricos. Dame tu Espíritu para poder vivir con alegría el don de la entrega. Dame tu Espíritu para conocerte y poder tener el dolor profundo del pecado, mitigado por la confianza plena en tu misericordia. Dame el don de tu Espíritu para saber discernir entre lo bueno, lo mejor para mí y para la construcción de tu reino. Dame tu Espíritu para tantas cosas que necesita mi ser…

Hoy quiero revisar mi vida a la luz de este pasaje de Isaías, buscando renovar en mí el deseo de tu paz: ¿Cómo vivo la presencia de tu Espíritu en mí? ¿Me dejo herir por ti para corregirme? ¿Soy signo de tu paz entre mis hermanos?

¡Envíame, Señor, tu Espíritu de prudencia y sabiduría, de consejo y valentía, de ciencia y temor del Señor, de justicia y paz!

1er Lunes de Adviento: Is 2,1-5 “Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas”

En este día me invitas a dejarlo todo para subir a tu encuentro, Señor; pero hay tantas cosas que me atan y no me dejan subir hacia ti… Sin embargo, tú insistes y me llamas, pero no a subir solo, sino en grupo, confiando en tu palabra que me instruye y cuidando no apartarme de tus caminos. Hoy me animas y, a pesar de las dificultades, sigo hacia tu encuentro. Seguramente, también encontraré distracciones en esa subida, pero mis hermanos me halarán para seguir subiendo hacia ti.

¿Cuáles son las ataduras que no me permiten salir libremente al encuentro del Señor? ¿Permito que mis hermanos me animen y me impulsen o soy arisco a sus palabras?

¡Gracias Señor por fijarte en mí y llamarme a caminar hacia ti!

1er. DOMINGO DE ADVIENTO: Is 2,1-3 “De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas”

En este nuevo adviento me invitas a esperar tu venida, Señor, como lo hizo el pueblo de Israel. Ante un mundo realmente descompuesto, con dolor causado por la injusticia y por múltiples pecados, la única esperanza que se presenta es tu presencia santa, purificadora, reveladora de misericordia. Empezando por mí mismo, el mundo debe cambiar, transformar los rencores en gestos de amor, las palabras hirientes en rosas que surjan de nuestras bocas, la mentira encubridora en la verdad misericordiosa… Pero necesito tu fuerza y tu poderío para dejarme ganar por ti, por tu presencia en mi vida.

¿Cuáles son las espadas con las que ataco a quienes me rodean? ¿Qué armas debo deponer en mi vida para que sea el Señor quien viva en mí? ¿Qué tierra está esperando ser arada por mí para que pueda surgir la verdadera vida de Dios?

¡Señor, ven a mi vida, transfórmame para que sea yo también tu palabra de amor!

14 frases en 48 horas

Apenas hace 48 horas se hacía el anuncio Habemus Papam y la expectativa, que en ese momento fue intensa, en lugar de disminuir parece ir en aumento. Expectativa porque los cardenales han elegido al primer Papa latinoamericano; expectativa porque el Cardenal Bergoglio ha elegido el nombre de Francisco, ya sea por el pobrecillo de Asís o por el misionero compañero de San Ignacio; expectativa porque es el primer Papa jesuita, discípulo de Jesucristo bajo el carisma de Ignacio y compañero de tantos amigos.

No me atrevo a adivinar hacia dónde irá el pontificado de Francisco. Solamente me atrevo a abrir bien los ojos y los oídos para que mi espíritu pueda recibir el nuevo vino que refrescará a la Iglesia así como ya lo está haciendo con mi vida. Por eso, quiero compartir con ustedes, estimados lectores, catorce frases que en estas casi 48 horas de pontificado de Francisco me han impactado, cuestionándome mi realidad actual.

  1. ¡Hermanos y hermanas, buenas tardes! – Estas fueron las primeras palabras de Francisco al pueblo, un saludo fraterno, común, lleno de cercanía.
  2. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo (al Obispo de Roma) casi al fin del mundo…, pero aquí estamos. - Con un chiste sencillo y elegante que denota su humildad, se ha referido a la tarea cumplida del cónclave.
  3. Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. La claridad de su trabajo como Obispo de Roma, animador de la fe, acompañante y acompañado por el pueblo; sentido de Iglesia pueblo de Dios que camina.
  4. Y ahora quisiera dar la Bendición, pero antes, antes, os pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis para el que Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la Bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de vosotros por mí…. - Creo que cualquier comentario sobra. Simplemente, resaltar el gesto de inclinación del Papa Francisco al pedir la oración en silencio.
  5. Caminar, edificar, construir, confesar. Pero la cosa no es tan fácil, porque en el caminar, en el construir, en el confesar, a veces hay temblores, existen movimientos que no son precisamente movimientos del camino: son movimientos que nos hacen retroceder. Con los cuatro verbos iniciales, explicó las lecturas. Aunque invita a estar en movimiento, también nos advierte de las tentaciones del camino.
  6. Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor. – No perder de vista lo esencial: Jesucristo. Parece que ese es el mensaje de esta primera etapa de pontificado.
  7. Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor. - ¡Qué hermoso sentir que nuestras tentaciones son comunes! Un Papa que se sabe pueblo y un pueblo que necesita a este Papa para ayudarle a llevar su cruz. ¡Gracias Francisco!
  8. Un pensamiento lleno de afecto y gratitud a su vez a mi venerado predecesor, el Papa Benedicto XVI, que durante estos años de pontificado ha enriquecido y fortalecido a la Iglesia con su enseñanza, su bondad, su orientación, su fe, su humildad y su gentileza. Seguirá siendo una herencia espiritual para todos! - Desde el primer momento ha estado presente la gratitud a Benedicto XVI. Saberse heredero de ese trabajo de su predecesor, le da a la Iglesia una seguridad y una visión de transformación en la continuidad de la historia.
  9. Animados por un profundo sentido de la responsabilidad y apoyados por un gran amor por Cristo y por la Iglesia, (los cardenales) oramos juntos, compartiendo nuestros sentimientos fraternales, nuestras experiencias y reflexiones. En este clima de gran cordialidad ha crecido el entendimiento mutuo y la apertura mutua, y esto es bueno, porque somos hermanos. - Una fraternidad que se vive en las diferencias concretas pero desde el amor por Cristo y por la Iglesia, ¡Qué testimonio!
  10. El Paráclito hace toda la diferencia en las iglesias, y parece ser un apóstol de Babel. Pero, por otra parte, es el que hace que la unidad de estas diferencias, no en la “igualdad”, pero en armonía. - La Iglesia como la suma de todos los carismas, pues vienen del Espíritu, más que la uniformidad asfixiante.
  11. También estimulado por la celebración de la fe, todos juntos, pastores y fieles, nos esforzaremos por responder fielmente a la misión de siempre: llevar a Jesús Cristo para el hombre y llevar al hombre a encontrar a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, realmente presente en la Iglesia y en cada hombre contemporáneo. - Creo que es un llamado muy claro a revisarnos como personas y como agentes pastorales: ¿tenemos a Jesucristo como el centro de la vida, de nuestra esperanza?
  12. Nunca debemos caer en el pesimismo, una amargura que el diablo nos ofrece cada día; no caigamos en el pesimismo y el desánimo, tenemos la firme convicción de que el Espíritu Santo da a la Iglesia, con su aliento poderoso, el valor de perseverar y también de buscar nuevos métodos de evangelización, para llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra (cf. Hechos 1:8). – Ciertamente, nos puede llegar el cansancio que nos atrapa y lleva a ser pesimistas… esta trampa ocurre cuando dejamos de confiar en el Espíritu Santo y empezamos a poner las esperanzas en las propias fuerzas. Abrirse al Espíritu es dejar de confiar en la obra personal para colocar la mirada en el actuar de Dios en cada uno de nosotros y en la historia.
  13. La verdad cristiana es atrayente y persuasiva porque responde a la necesidad profunda de la existencia humana, anunciando de manera convincente que Cristo es el único Salvador de todo el hombre y de todos los hombres. Este anuncio sigue siendo válido hoy como lo fue en los inicios del cristianismo, en el que funcionaba la primera gran expansión misionera del Evangelio. – El Evangelio nunca pasará de moda y la humanidad siempre necesitará de la salvación brindada por Jesucristo, por lo que nuestro trabajo como evangelizadores siempre será necesario. No nos cansemos.
  14. Queridos hermanos, ¡fuerza! La mitad de nosotros somos de edad avanzada: la vejez es – me gustadecirlo – el asiento de la sabiduría. Las personas mayores han entrado en la sabiduría de la vida, como el anciano Simeón y la anciana Ana en el Templo. Y justo esa sabiduría les ha hecho reconoer a Jesús. Damos esta sabiduría a los jóvenes: como el buen vino, que con los años se vuelve bueno, le damos a los jóvenes el conocimiento de la vida. – Esta sabiduría de saberse servidor de los jóvenes nos hace ver el sentido de una Iglesia comunión, donde todos tenemos nuestro espacio.
¡Muchas gracias Cardenal Bergoglio por decir sí a este nuevo llamado que Dios ha hecho en su vida! ¡Muchas gracias por escoger el nombre de Francisco y por llevar nuestra mirada a lo esencial! ¡Muchas gracias por su humildad y por pedirnos que oremos por usted, porque en la oración somos hermanos! ¡Dios bendiga su ministerio petrino e imploramos su bendición para todos nosotros!

Carta al Niño Jesús

Querido niño Jesús:

Esta noche es Nochebuena y todo el mundo celebra tu nacimiento. Hoy deseo con todo mi corazón estar preparado para que nazcas en mí, pero sé, que a pesar de haber caminado en el tiempo de adviento y haberme preparado, no ha sido suficiente. Siento que me falta aquella confianza que tuvo María en el momento del anunciación; me falta el gozo de Isabel al sentir en ella el don del espíritu cuando María estuvo en su casa; no tengo aquella fe de José, cuando en sueños recibió la noticia de la Encarnación; me falta la sencillez de los pastores que supieron escuchar el anuncio de tu nacimiento; carezco de la sabiduría de los magos que se pusieron en camino para adorar y alabar al rey Dios que ha nacido…

Sí, niño Jesús, aún no estoy preparado para recibirte mi corazón en esta navidad; pero no quiero dejarte fuera de mi corazón y deseo que, cuando toques esta noche pidiéndome posada, yo estoy listo para que tú nazcas en mí.

Éste año desde la última vez que te escribí mi carta, han sucedido muchas cosas. Nuestra nación ha sufrido el terrible desastre de Amuay; también han continuado los asesinatos cada fin de semana, dejando de luto a miles de familias venezolanas; hemos visto como la naturaleza a través de las lluvias se ha llevado casas en distintas poblaciones; y no podemos olvidar que incluso la salud del presidente se ha visto resentida, siendo una de las razones para que haya cierta inestabilidad política.

Pero también debemos reconocer que desde hace un año hemos logrado, como pueblo, grandes metas: pudimos participar en las olimpiadas, hemos visto jugar a la Vinotinto y ganar, hemos surgido como un pueblo que lucha en búsqueda del diálogo, también hemos encontrado caminos con propuestas que pueden ser válidas. Sin embargo, esta noche aún no es el momento de hacer el balance del año, eso será mejor dejarlo para fin de año. Esta noche es el momento de contemplarte en Belén, en el nacimiento armado en cada hogar venezolano, en ese pesebre donde las madres muchas veces se encuentran solas luchando por sus hijos, otras veces los padres tratan de dar lo mejor a los pequeños, pero en todos los casos, donde se vive el amor de la familia venezolana. Un amor verdadero para la mayoría de ellas, pero en otras no es más que la unión de voluntades egoístas que se buscan a sí mismas.

Encontrar a los niños en los pesebres venezolanos, a esos pequeños que claman por justicia, por alimento, muchas veces por una caricia y en algunos casos incluso por amor, nos ha llevado a contemplar soluciones válidas para responder a ese clamor que brota desde esas pequeñas casas que nos rodea. Creer que te encarnas en historia, creer que a través de tu espíritu, el Espíritu Santo, sigues viviendo en cada ser humano que nos rodea, debe llevarnos a creer que la verdadera fraternidad es posible. Por eso hoy, aunque no esté preparado, quiero que tu esperanza siga naciendo en mí. Te pido que tu amor me llene de tal forma, que pueda encontrar en cada niño envuelto en pañales tu rostro lleno de misericordia. Sostener en mis brazos al pequeño que sufre me ha llevado a reconocer que el único amor que vale la pena es aquel que tiene un rostro concreto, mientras que todo amor que no pueda ser concreto no deja de ser más que una ideología; y tu amor, niño Jesús, nunca fue una ideología, siempre ha sido una realidad palpable, comprometedora, arriesgada, que lleva crear mundos de justicia y verdadera fraternidad.

Hoy quiero renovar mi compromiso ante el Pesebre, y me atrevo a pedir que toda nuestra comunidad cristiana renueve su compromiso de amor basado en la justicia y la misericordia. Así, podremos cantar junto a los ángeles: “gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.

Esa es mi ofrenda, querido Jesús, un corazón que quiere estar preparado para tu llegada.

Con todo mi amor,
Néstor.

Contemplar la Naturaleza

Al igual que el hombre prehistórico, cuando vamos creciendo en la primera infancia, pasamos de la autoreferencia al descubrimiento de lo distinto, tanto de las personas como cosas que nos circundan. En ese momento comienza a surgir una emoción que nos acompañará el resto de nuestras vidas: la admiración. Nos sorprendemos por las pequeñas hormigas que van formando un camino, el colorido de las flores llama la atención del niño, los diferentes animales le llevan a imitar sus sonidos o formas, y cómo describir el desconcierto que surge al escuchar los truenos, ver los relámpagos y sentir el sonido un temporal.

Luego, al crecer, vamos comprendiendo las razones científicas de las cosas, por lo que esa primera admiración puede dar paso a la costumbre. Así, el ser humano postmoderno comienza a asumir una complicada relación con la naturaleza, apropiándose del mandato dado por Dios en el Génesis de transformar la naturaleza (Cap. 1 y 2). Pero afirmo que es una relación complicada porque se puede tomar una de estas tres posiciones frente a la creación:

a)      La del hombre primitivo el cual diviniza la naturaleza, aplicándole las características de Dios a la creación. No es extraño esta visión en algunas espiritualidades de hoy, en las cuales se confunde lo creado con el Creador; para explicarlo con facilidad me serviré de un ejemplo: el artista y su obra. El artista pone todo su énfasis en imprimir a su obra un carácter propio, resultante de la expresión de sus sentimientos, ideas y lo más profundo de sí; por ello, ciertamente, podemos conocer algo del artista a través de su obra, pero no podremos jamás comunicarnos con él al hablar con el trabajo realizado. En otras palabras, la naturaleza es obra de Dios y nos permite conocer algunos de sus rasgos, pero en ningún momento la naturaleza es Dios.

b)      La del hombre moderno, quien coloca la naturaleza a su servicio sin respetarla. Esta visión lleva a una actitud destructiva del mundo que nos rodea, centrando al hombre en sí mismo sin tomar en cuenta que es parte del ecosistema.

c)      La del hombre contemplativo capaz de descubrir aquello trascendente que puede ser encontrado en un paisaje, el viento, la montaña, el mar, una bandada en vuelo, etc.

Es en este tipo de persona que deseamos convertirnos, aquéllos capaces de leer en la creación la voluntad del Creador. Pero para eso necesitamos sensibilizarnos: los estudiosos de las distintas artes no valoran igual la obra de un autor que la de otro; ¡cuánto mayor cuidado debemos tener nosotros que deseamos contemplar la obra del Autor del universo!

Por eso te propongo que en este tiempo comiences a afinar tu espíritu en actitud de descubrir las características de Dios. Para ello puedes seguir los siguientes pasos en tu oración, dedicando al menos 15 minutos al ejercicio, un par de veces a la semana.

  1. En un ambiente tranquilo, sin ruidos que te distraigan, busca una realidad de la naturaleza que desees contemplar (El Ávila, la playa, una flor, un árbol, algún animal, el vuelo de las nubes, la lluvia –sé creativo y participa de la creatividad de Dios).
  2. Tómate tu tiempo para “llegar” al encuentro con esa realidad. Deja fuera las preocupaciones y las grandes emociones (ellas serán útiles en otros ejercicios, pero no en este que es de contemplación de la naturaleza). Para eso, sentado cómodamente, con la espalda recta, cierra los ojos y repite varias veces la siguiente frase: “Señor, tú me has creado y también has hecho el universo, por eso te bendigo y te alabo”.
  3. Luego, consciente de esa presencia de Dios contigo que te ayuda a contemplar y explica la creación, abre tus ojos y quédate viendo la realidad de la naturaleza que has elegido. Deja fluir tus pensamientos libremente pero enfocados en el objeto: busca lo que tiene de perfecto y los defectos que pueda presentar.
  4. A partir del paso anterior, pregúntate: ¿Qué características del objeto quiso Dios que yo viera y lo identificara con Él? ¿Qué cosa me quiere decir Dios hoy?
  5. Agradece al Señor por este momento de encuentro rezando despacio un “Padre Nuestro”.
  6. Hazte consciente de terminar el encuentro haciendo la señal de la cruz.

Pienso que este ejercicio te puede ayudar lentamente a ser un contemplativo de la obra de Dios.

La Buena Nueva: domingo 23 de septiembre de 2012

Ideas para la meditación del Evangelio del vigésimo quinto Domingo del tiempo ordinario ciclo B (23-09-2012):

  • En el Evangelio de hoy (Marcos) encontramos dos ambientes donde se mueve Jesús. El primero es el camino, término de itinerancia y movimiento. Allí Jesús instruye a los discípulos sobre la traición, el dolor, la cruz y la resurrección.
  • Los discípulos no entienden nada pero tienen miedo de pedir explicaciones.
  • Ciertamente, cuando vivimos de una manera tan rápida que no nos detenemos siquiera para pensar un momento, entonces dejamos pasar los hechos de nuestra vida sin entender nada y, más aún, sin pedirle a Dios explicaciones. Algunas cosas tendrán un sentido inmediato, otras serán posteriores y habrá aquellas que, definitivamente, no entenderemos. Nos resuenan las cruces, pues son mucho más impactantes, y no observamos las pequeñas resurrecciones diarias que son casi imperceptibles.
  • Por su puesto, al faltarnos oración, comenzamos a buscarnos a nosotros mismos, dando cabida a los deseos de poder e importancia ante los demás. De eso venían hablando por el camino los discípulos y de eso hablamos nosotros taaaaantas veces.
  • La vergüenza de distraernos de lo importante y dejarnos llevar por tonterías, nos sumerge en el silencio. Ante tanto dolor y sufrimiento, yo en lo que pienso es en mí y en mis ansias! Qué mal, Señor!
  • En el segundo ambiente, es decir ya en casa, en intimidad y sentados en torno a la mesa, la palabra de Jesús es tajante y hace referencia a dos actitudes vitales: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos!”.
  • Servicio haciéndose tan pequeño como un niño, en la inocencia y en la alegría.
  • De allí, los niños se convierten en el rostro visible de Dios.
  • Esta semana te invito a ser servidor de todos, como el niño más pequeño de la casa, que se encuentra sujeto a la obediencia de sus mayores.

Rezar como Niños

Desde muy pequeños nuestros oídos escucharon de la boca de nuestros padres oraciones que al ir creciendo eran pronunciadas con mucho cuidado, repitiendo atentamente aquellas palabras dirigidas por los labios infantiles a Dios. Son rezos de niños, podríamos pensar, pero cuando recordamos en nuestra adultez aquellas oraciones seguramente se esboza una leve sonrisa en nuestros labios. De esta manera, la oración infantil comenzaba a hacer lo propio en nosotros: servir de modelo para confiar en Dios y hacerlo presente en nuestras vidas. ¡Qué inocencia y confianza encerraban aquéllas palabras! ¡Cuántos deseos verdaderos de ser acompañados por el ángel de la guarda, o entregar nuestro corazón a Jesús!.

¡Señor, enséñanos a orar!

Pero, ¿cuál es la oración que rezamos por excelencia? Indudablemente es el “Padre nuestro”, aquélla misma enseñada por Jesús a sus apóstoles cuando ellos le pidieron que les enseñara a orar. Así la jaculatoria que podemos repetir constantemente (“¡Señor, enséñanos a orar!), encuentra eco en la oración de Jesús. No quiero entrar aquí en las particularidades de esta oración tan rica y fundamental para todo cristiano, pero deseo hacer énfasis en que es una oración modelo, la cual al ser rezada nos va configurando con el mismo Jesús, haciéndonos hijos del Padre con él.

Aprender a orar es un camino largo y bastante arduo, por eso debemos comenzar de forma gradual memorizando las oraciones hechas por otros y luego rezarlas. Es como el niño pequeño que comienza a aprender “al caletre” cada frase del libro escolar para presentar su examen con conceptos bien precisos, pero al pasar el tiempo es capaz de integrar todos esos conocimientos de la memoria para hacer los propios.

Claro, el problema con la oración es que muchas veces nos quedamos en la etapa de rezar sin darle más sentido que una repetición de palabras, las cuales son dichas de forma rápida para cumplir o leídas con una misma entonación y ritmo, perdiendo de esta manera todo el sentido de cada frase. Otro problema es que, bajo el pretexto anterior, como ya el rezo no dice nada, se deja de lado y ni siquiera lo empleamos porque con ello perdemos cualquier espontaneidad posible. Pienso que ambas posiciones son erradas, puesto que en el primer caso ciertamente condenamos la comunicación con Dios a un monólogo árido en el cual la legalidad se hace dominante y rompe la novedad del Espíritu, mientras que en el segundo no damos la posibilidad al mismo Espíritu de hablar en la profundidad de nuestro corazón con aquellas antiguas palabras que están impresas en lo más íntimo de la propia alma.

Hay muchas oraciones que son utilizadas tradicionalmente para rezar. Y cuando uso este término, rezar, me refiero a repetir ya sea en voz alta o mentalmente oraciones escritas o aprendidas. Entre esas oraciones están los Salmos, el Padre Nuestro, el Ven Creador, el Alma de Cristo, el Ave María y otras muchas surgidas tanto de la religiosidad popular como de la pluma de grandes maestros de espiritualidad y de la liturgia oficial de la Iglesia. Las preferidas por los niños son aquellas dos enseñadas por nuestras madres a la hora de dormir: el Ángel de la Guarda (en sus diversas versiones) y aquélla que reza: “Jesusito de mi vida, eres niño como yo y por eso te quiero tanto que te doy mi corazón”.

Rezar como adulto

Para llegar a rezar como adulto debemos aprender primero a rezar como niños. Si bien el niño repite las palabras y las va aprendiendo, lo hace con gran cuidado. Pero posteriormente esas oraciones van adquiriendo otro sentido, más pleno, más profundo. ¿Qué le dice hoy a usted, amigo lector, la oración del Ángel de la Guarda? ¿O cómo adaptaría aquél Jesusito de mi vida al momento actual de su vida?

Rezar no es simplemente repetir palabras, sino actualizarlas haciéndola vida en la cotidianidad. Así en los momentos difíciles de la vida, cuando no sabemos qué más decirle a Dios ni cómo hablarle, la oración rezada se convierte en verdadera tabla de salvación donde reencontramos la vía de encuentro con el Padre. Es más, el mismo Jesús en su momento de mayor soledad, clavado en la cruz, también ha rezado el salmo 22: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”.

Por otra parte, rezar repetidamente una oración va penetrando nuestro intelecto y se incrusta en el alma de forma tal que la misma oración ejerce un efecto de conversión radical en cualquier momento de nuestra vida. Esa es la dimensión del rezo del adulto, ser capaz de entrar en contacto con el Padre a través de la repetición pausada de las palabras dichas o saberse partícipe del misterio rezado en el rosario al acompañarse de cada Ave María. Por eso te invito a entrar en la apasionante aventura de rezar nuevamente como niño saboreando aquello que Dios te quiere decir a través de tus propias palabras.

La Buena Nueva: domingo 16 de septiembre de 2012

Ideas para la meditación del Evangelio del vigésimo cuarto Domingo del tiempo ordinario ciclo B (16-09-2012):

  • Este texto del Evangelio aparece repetidas veces en el año litúrgico, pero siempre para decirnos cosas nuevas.
  • Jesús nos pregunta a cada uno de nosotros ¿quién decimos que es él? Y depende de nuestra experiencia con el Señor la respuesta que le demos. Algunos, llevados por un conocimiento muy superficial del Salvador, dirán que es un hombre bueno, con muchos poderes, un gran profeta… incluso, gastarán muchos esfuerzos, tiempo y dinero en anunciar esa figura reducida de Jesús. Otros, podremos decir como Pedro: “Tú eres el Mesías”, es decir, el Hijo de Dios vivo, Dios y hombre verdadero, mi redentor y salvador…
  • Pero esa profesión de fe no es algo romántico. En primer lugar, Jesús nos pide que no hagamos espectáculos con nuestra experiencia de salvación: “Y les ordenó que no se lo dijeran a nadie”, dice el Evangelio de hoy. Y es que para quien tiene una verdadera experiencia de Dios, es algo tan íntimo que no puede expresarse con palabras.
  • Como segundo punto, encontramos que quien descubre verdaderamente al Mesías, recibe la gracia de abrazar las cruces de la vida diaria, cargar con el propio sufrimiento y el de otros pero con la mirada puesta en la resurrección. Las perspectivas de escape o de evitar el sufrimiento que surge del amor, son malos consejos para el alma, incluso palabras que nos pueden convertir en Satanás por muy buenas que sean nuestras intenciones. Por eso es tan importante el escuchar la Palabra de Dios, para saber dónde está el verdadero bien y el mal.
  • Por último, el Señor nos pide radicalidad. No quiere que nos entreguemos a medias, sino por completo. Así, si nos decimos cristianos, pues debemos cargar con nuestra cruz y seguirle. Cada estilo de vida trae su cruz; cada situación viene con sus dificultades. Lo importante es no perder de vista el sentido de vida eterna y de resurrección, pues allí hemos sido llamados.
  • Te invito a que esta semana puedas reconocer tu cruz y ofrecérsela al Señor, pidiéndole también ayuda para cargarla, pues lo haces por amor a él y a tus hermanos.